La forma correcta de escribir esta palabra es cerca. La grafía serca constituye una incorrección y debe evitarse.
Cerca es una palabra que, dependiendo del contexto, puede funcionar como sustantivo, adverbio o verbo.
Como sustantivo, cerca puede referirse a un vallado, tapia o muro que se pone en un sitio para resguardarlo o crear una división con otro. En lenguaje militar, por su parte, hace referencia a la formación en la cual la tropa rodea al enemigo, dejándolo confinado al centro.
Por ejemplo:
- Puso una cerca en su patio para que no se metiera el perro del vecino.
- La cerca de los soldados resultó efectiva y el enemigo se rindió.
Como adverbio, cerca se emplea para aludir a algo que está próximo o es inmediato, ya sea en el espacio o en el tiempo.
Por ejemplo:
- El día de tu cumpleaños está cerca.
- ¿Ya estamos cerca del parque?
Como verbo, cerca es el verbo cercar conjugado en segunda (usted) y tercera persona (él, ella) de singular de presente en modo indicativo, así como la segunda persona de imperativo. Significa rodear un sitio con un vallado o muro, poner cerco a una ciudad o fortaleza, o rodear mucha gente a alguien o algo.
Por ejemplo:
- Antonio cerca el jardín para tener más privacidad.
- Cerca Lisboa y conquístala.
- Una multitud de periodistas cerca al diputado.
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.