Los tiempos verbales indican el momento en el que ocurre la acción, fenómeno o estado expresado por el verbo.
El tiempo de una acción verbal se establece según un punto de referencia que puede ser el momento de habla o el momento en el que ocurre otra acción.
En español, para las tres conjugaciones, existen diez tiempos verbales en el modo indicativo y seis tiempos verbales en el modo subjuntivo.
Tiempos verbales del modo indicativo
- Pretérito o pretérito perfecto simple: yo amé
- Copretérito o pretérito imperfecto: yo amaba
- Presente: yo amo
- Futuro: Yo amaré
- Postpretérito o condicional: yo amaría
- Antepretérito o pretérito anterior: hube amado
- Antecopretérito o pretérito pluscuamperfecto: había amado
- Antepresente o pretérito perfecto compuesto: he amado
- Antefuturo o futuro perfecto compuesto: habré amado
- Antepostpretérito o condicional perfecto: habría amado
Tiempos verbales del modo subjuntivo
- Pretérito o pretérito imperfecto: yo amara o amase
- Presente: yo ame
- Futuro: yo amare
- Antepretérito o pretérito pluscuamperfecto: hubiera o hubiese amado
- Antepresente o pretérito perfecto compuesto: haya amado
- Antefuturo o futuro perfecto compuesto: hubiere amado
Tipos de tiempos verbales
Con base en tres criterios diferentes, hay tres tipos de tiempos verbales:
- Tiempos simples y compuestos
- Tiempos absolutos y relativos
- Tiempos perfectos e imperfectos
Tiempos simples y compuestos
Los tiempos simples están formados por una sola palabra.
Por ejemplo: canta, rezaba, bailaré
Los tiempos compuestos están formados por una perífrasis compuesta por dos palabras:
- el verbo haber conjugado, que expresa el tiempo
- el participio del verbo que expresa el significado.
Por ejemplo: he cantado, había rezado, hemos bailado
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Tiempos absolutos y relativos
Los tiempos absolutos indican que la acción o fenómeno ocurrió antes, durante o después del momento de habla. Es decir, tienen una relación directa con el momento de enunciación.
Los tiempos absolutos son el presente, el pretérito perfecto simple y el futuro simple.
Por ejemplo
- Amo a mi mamá (presente).
- Leí la novela (pretérito).
- Pondré estos paquetes en la cocina (futuro).
Los tiempos relativos indican que la acción o fenómeno ocurrió antes, durante o después del otro evento que se refiere. Por esto, los tiempos relativos tienen una relación indirecta con la enunciación.
Son relativos todos los tiempos del subjuntivo y los siguientes del indicativo:
- De anterioridad: antecopretérito o pretérito pluscuamperfecto, antepresente o pretérito perfecto compuesto y antefuturo o futuro perfecto.
- De simultaneidad: copretérito y postpretérito o condicional.
- De posterioridad: antepostpretérito o condicional perfecto.
Por ejemplo
- Cuando llegamos al cine, ya la película había comenzado (antecopretérito, anterior a la llegada, que ocurrió antes).
- El próximo año, habría cumplido sus 90 años (antepostpretérito, simultáneo con el futuro)
Tiempos perfectos o imperfectos
Los tiempos perfectos o perfectivos presentan la acción de manera completa, es decir, con un inicio y un fin.
Son tiempos perfectivos el pretérito simple y todos los tiempos compuestos.
Por ejemplo
- Leyó la novela en una tarde.
- Los niños del coro cantaron muy lindo ayer.
- Juan se fue a las tres.
Los tiempos imperfectos o imperfectivos no indican inicio ni culminación de la acción o evento: lo presentan en su desarrollo.
Son tiempos imperfectivos: el presente, el copretérito, el futuro y el postpretérito o condicional.
También son imperfectivas las perífrasis de infinitivo (pudo amar) y gerundio (está amando).
Por ejemplo
- Leo mucho.
- Ella cantaba en el coro.
- Juan se irá de viaje.
- Está esperando el autobús.
- Quisiera salir más temprano hoy.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.