¿Hiciste, Hisiste, Isiste o Hicistes?
La forma correcta de escritura es hiciste (sin s final). Por otra parte, hisiste, isiste e hicistes no existen en el idioma español por lo que no deben escribirse nunca de esta forma.
En el caso de hiciste o hicistes, esta confusión es un error muy común que sucede con varios otros verbos (por ej: dijiste vs dijistes), así que esperamos que con este ejemplo se aclaren también las dudas que podrían surgir con otros casos.
Cuándo usar hiciste
El término ‘hiciste’ corresponde a la segunda persona de singular de pretérito de indicativo del verbo hacer.
Ejemplos:
- No hiciste lo que te pedí
- ¿Hiciste las compras?
- Si hiciste el encargo, entonces ya no tienes más nada que trabajar.
Muchos agregan incorrectamente una -s al final de la segunda persona de pretérito de indicativo de los verbos (como en el caso de dijistes o pusistes, entre otros).
En el caso de hiciste o hicistes, lo que quizás lleva a la confusión de escritura es que todas las segundas personas en singular (tú) de las otras formas verbales del verbo hacer terminan en -s. Por ejemplo: hacías, harás, haces, harías, hicieres, hicieses, etc.
Conjugación del pretérito del verbo decir
Conociendo esta regla, entonces te mostramos la conjugación del singular de pretérito de indicativo del verbo hacer:
- Yo hice
- Tú hiciste
- Él/ella/ud hizo
- Nosotros hicimos
- Vosotros hicisteis
- Ustedes, ellos hicieron

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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