Veces es el plural del sustantivo vez, que puede significar alternación de las cosas por turno u orden, momento u ocasión en que es ejecutada una acción, o cada realización de un suceso o acto.
Beses, en cambio, es el verbo besar en algunas de sus flexiones personales; significa dar o lanzar un beso a alguien, o tocar una cosa a otra, etc.
La grafía veses, por su parte, es incorrecta y conviene evitarla, así como la forma beces.
Cuándo usar veces
Veces es la forma de plural del sustantivo femenino vez; se refiere a la alternancia de las cosas por turno u orden, al momento u ocasión en que se hace algo, a cada realización de un hecho o acción, al lugar o turno de una persona en relación con el de otras, o a una manada de ganado que es propiedad de un vecindario. En plural, por su parte, y junto con el verbo hacer, la expresión hacer las veces hace referencia a la autoridad con quien alguien suple a otra persona.
Por ejemplo:
- Fui algunas veces a la playa en vacaciones.
- Me gustan las veces en que el equipo más débil gana al más fuerte.
- Vino varias veces a la casa durante el día.
- Pedro hizo las veces de Ricardo ante el profesor.
Veces puede ser también el verbo vezar conjugado en segunda persona de singular de presente en modo subjuntivo; significa acostumbrar o habituar; es una variación gráfica de avezar. Por ejemplo: “Aunque te veces a tu trabajo, no te sentirás bien si no te gusta lo que haces”.
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.