Hoy analizaremos una duda muy frecuente en el español: tuviste o tubiste. No es raro que algunas personas se confundan entre la ‘b’ y la ‘v’ al escribir una palabra, ya que estas letras tienen casi la misma pronunciación, especialmente si se modula mal o si se habla rápidamente.
Otros ejemplos de dudas en relación al uso de la ‘b’ y la ‘v’ son deshecho o desecho, vaso o baso y armonía o harmonía. No te olvides de que una buena lectura es la mejor forma de poder mejorar tu ortografía y recordar mejor cómo se escriben las palabras.
En esta web te mostramos cómo se escribe tuviste o tubiste.
Tubiste
La palabra o forma verbal ‘tubiste’ es incorrecta, pues no debe ir con b. Te mostramos a continuación cómo debes escribirla y de donde proviene esa forma verbal.
Tuviste
Si consultas la RAE, verás que el verbo “tener” te ofrece las siguientes acepciones:
- Aferrarse a algo o mantenerlo cogido.
- Ejemplo: Tuviste el bolso agarrado todo el tiempo.
- Ocuparse de algo.
- Ejemplo: Tuviste que ir a la reunión.
- Emplear o pasar una parte del tiempo en un lugar determinado.
- Ejemplo: En Madrid tuviste que permanecer una semana, sin embargo, fue muy beneficioso.
- Experimentar distintas sensaciones.
- Ejemplo: Tuviste miedo al ver al perro.
- Conservar unas formas.
- Ejemplo: Tuviste cuidado al hablar con el presidente.
- Sentir algo por una persona o cosa.
- Ejemplo: Tuviste celos de tu hermano.
¿De dónde proviene el verbo «tener»?
El verbo en castellano «tener» proviene del verbo en latín tenere, cuyo significado es el de «retener, dominar»
Sinónimos de tuviste
A continuación te dejamos unos cuantos sinónimos del infinitivo “tener”: haber, poseer, detentar, atesorar, gozar, beneficiarse, disfrutar, conservar, guardar, sostener, retener, sujetar, coger, asir, considerar, estimar, juzgar, reputar.
Cómo se dice “tuviste” en otros idiomas
Obtén un mayor conocimiento lingüístico aprendiendo la escritura en distintos idiomas:
- Inglés: had to
- Francés: tu avais
- Portugués: você teve
- Italiano: hai avuto
- Alemán: du hast

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.