La forma correcta de escribir esta palabra es tortícolis. La grafía tortículis constituye un error que es conveniente evitar.
La palabra tortícolis es un sustantivo que proviene de francés torticolis. Se refiere a un espasmo doloroso en los músculos del cuello, que obliga a quien lo padece a tener el cuello torcido o rígido. La palabra puede emplearse tanto en femenino como en masculino, siendo más común en femenino.
Por ejemplo:
- Tengo una tortícolis que no me deja trabajar.
- Dormí en mala posición y amanecí con una terrible tortícolis.
El uso en masculino hoy en día es menos frecuente, y aparece sobre todo en obras especializadas. Esto se debe a que la palabra francesa es originalmente una voz masculina, y como tal pasó al español.
Por ejemplo:
- Voy a darte una lista de los tratamientos más aconsejables para el tortícolis.
- El tortícolis es un dolor de cuello muy molesto.
Por otro lado, es importante señalar que la forma torticolis, sin tilde y pronunciada como una palabra llana, es admisible. Por ejemplo: “Nunca había sufrido de torticolis”.
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.