Sílaba tónica y átona: ¿Cuál es la diferencia?
En este artículo hablaremos un poco de una duda gramatical que muchos se han preguntado, en relación con las sílabas. Sílaba tónica y sílaba átona ¿cuál es el significado y uso de cada una de ellas y cómo identificarlas?
Sílabas tónicas
Para facilitar el tema, de entrada te decimos que todas las palabras tienen sílabas, y ellas pueden clasificarse solo de 2 formas:
- Sílabas tónicas (fuertes): Son las que se pronuncian con mayor fuerza pues el acento principal recae sobre ellas. Ejemplos: ca-sa, jar-dín ,etc. Esta acentuación puede ser gramatical o prosódica. El acento prosódico es aquel que se pronuncia pero no se escribe, es decir, se nota la intensidad en la sílaba al pronunciarla, pero no se coloca tilde sobre ella. El acento gramatical y ortográfico es aquel que se puede identificar en la escritura a través de la tilde
Ejemplos de sílabas tónicas
- Ja-rro-
- Le-chu-ga
- Már-mol
- In-for-ma-ción
- Cá-te-dra
Sílabas átonas
- Sílabas átonas (débiles): Son las que no son acentuadas, por lo que no se pronuncian con intensidad o fuerza. Ejemplos: bur-sá-til, di-fí-cil, re-loj, etc.
Ejemplos de sílabas átonas
- Ja-rro
- Le-chu-ga
- Már-mol
- In–for–ma-ción
- Cá-te–dra

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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