Tanto sicología como psicología son formas aceptadas de escribir esta expresión, que se refiere a la disciplina que estudia la mente humana y los procesos asociados a ella.
Psicología, escrita con ps-, es más próxima a la raíz etimológica de la palabra, que proviene del griego ψυχή (psykhé), que significa ‘alma’.
Sin embargo, la gran mayoría de los hablantes de español raramente pronuncia la p al inicio de la palabra, al igual que ocurre con otros vocablos similares, como psicólogo, psiquiatría o psiquis. De modo que la pronunciación más frecuente de psicología sería /sicolo'gia/, sin la p inicial.
El español es una lengua que tiende a igualar la escritura a la pronunciación fonética, pasando por encima, en ocasiones, de la forma etimológica de la palabra. Bajo este criterio, la Real Academia Española admite desde 1956 la escritura en ambas formas: sicología y psicología.
No obstante, la forma psicología continúa siendo la grafía más utilizada; la de uso culto, la preferida, incluso, por lo profesionales del área.
De modo que igualmente podemos escribir, por ejemplo:
- Quisiera estudiar psicología en la universidad.
- No podía determinar la psicología del consumidor con un simple estudio demográfico.
Que escribir:
- La sicología es una disciplina fascinante.
- He prestado todos mis libros de sicología.
Otra voz que presenta una situación semejante en español es pseudónimo y su variante gráfica seudónimo.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.

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