La forma correcta de escribir esta expresión es sexto. La grafía sesto, en cambio, es un barbarismo ortográfico que conviene evitar.
Sexto puede funcionar como un adjetivo para referirse a aquello que sigue en orden a lo quinto, o en referencia a una parte que es una de las seis partes iguales en que se divide un todo.
Por ejemplo:
- El piloto llegó de sexto a la línea de meta.
- Esta es la sexta vez que llueve esta semana.
- A los ejecutivos les interesaba controlar un sexto de la operación.
Sexto también puede ser un sustantivo masculino; se emplea para designar al libro en que están juntas algunas constituciones y decretos canónicos, al sexto mandamiento de la ley de Dios en el cristianismo, o a una sextina, que es una combinación métrica de seis versos endecasílabos.
Por ejemplo:
- El sacerdote guardaba el sexto con celo.
- Violar el sexto con estupro te condena al infierno.
- Compuse una estrofa en sextina.
Tampoco debe confundirse la palabra sexto con cesto, que se refiere a una cesta grande, fabricada con mimbre.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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