La forma correcta es “se lo dije”. “Se los dije” es una variante desaconsejable, aunque su uso esté muy extendido en Latinoamérica.
Sintácticamente, “se lo dije” es la forma correcta cuando se quiere expresar que se está diciendo una cosa, bien sea a una o a varias personas.
Si, por ejemplo, pasáramos una oración como “les dije a mis compañeros que se hacía tarde”, a “se lo dije”, el pronombre “se” se referiría ‘a mis compañeros’ y el pronombre “lo” a ‘que se hacía tarde’.
Sin embargo, el pronombre “se” es una variante invariable del pronombre “le” (en singular) y “les” (en plural). Es decir, que el pronombre “se” se mantiene igual aunque varíe el número, sea este plural o singular.
De este modo, la operación que realiza el hablante inconscientemente es transferir al otro pronombre “lo”, que sí admite la variación morfológica en su número, el plural que cree necesitar en la oración y que el pronombre “se” no permite recoger. Es decir, como no es posible decir: “Ses lo dije a ellos”, entonces se dice: “se los dije a ellos”, transfiriendo el plural del “se” al “los”.
Así, por ejemplo, cuando decimos:
- Se los dije: hoy iba a llover.
- Ya se los dije a ellos muchas veces: está prohibido traer dulces al salón de clases.
Lo más conveniente sería decir:
- Se lo dije: hoy iba a llover.
- Ya se lo dije a los niños: está prohibido traer dulces al salón de clases.
En el español de España está situación no ocurre, pues siempre se puede apelar a la forma del vosotros: “os lo dije”. En Latinoamérica, en cambio, es un fenómeno extendido cuyo uso ha venido imponiéndose como norma.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
Deja una respuesta