La forma correcta de escribir esta palabra es registro. No es adecuada la forma registración, aunque es frecuente en Argentina.
La palabra registro es un sustantivo masculino; puede referirse varias cosas: a la acción de registrar, al lugar donde se realizan registros, al protocolo del notario o al asiento que queda de lo registrado, así como al padrón o matrícula de una persona.
Por ejemplo:
- Quiero hacer el registro de mi matrimonio.
- Nos vemos en el registro a las nueve.
- No tengo su nombre en el registro.
- Solo podemos hacer el registro de nuestra candidatura hasta el viernes.
- Necesito que hagan su registro ante la autoridad local.
Registración es una palabra que, pese a no estar reconocida por la Real Academia Española ni encontrarse en el Diccionario de la Real Academia Española, es muy común en Argentina. Se considera un calco del inglés registration.
Por ejemplo:
- Necesitamos un nuevo sistema de registración e información.
- Tenés que hacer la registración en el curso por la web.
En tales casos, no obstante, lo aconsejable sería haber utilizado términos como inscripción, matriculación o registro.
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.