Quien es un pronombre relativo, que se emplea en referencia a personas. Puesto que es un monosílabo átono, carece de tilde gráfica. Quién es un pronombre que puede ser tanto interrogativo como exclamativo. Como se trata de una palabra tónica, se escribe con acento diacrítico para diferenciarse de la forma átona quien.
Cuándo usar quien
Quien es un monosílabo átono, razón por la cual se escribe sin tilde gráfica. Quien es un pronombre relativo que se usa para referirse a personas; puede considerarse equivalente a ‘el que’, ‘el cual’ o ‘que’.
Por ejemplo:
- Este es Juan, el amigo de quien te he hablado tanto.
- Roberto, quien salió librado de mil batallas, esta vez no tendría la misma suerte.
- Por favor, no dejen pasar a quien llegue tarde.
- No hay quien pueda con nosotros.
Cuándo usar quién
Quién es una palabra tónica, por lo tanto lleva una tilde diacrítica. Quién es un pronombre que se utiliza para introducir oraciones interrogativas y exclamativas directas o indirectas.
Por ejemplo:
- ¿A quién le hablas?
- ¡Quién va a aguantar esto!
- No recuerdo a quién se lo dije.
- Mira quién volvió.
- ¡Quién fuera rey de España!
- ¡Quién viniera en nuestro socorro!

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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