El paréntesis es un signo ortográfico doble (de abertura y cierre) con la forma de una línea curva dibujando una figura semicóncava ().
Los paréntesis actúan como un signo delimitador, pues permiten aislar y enmarcar unidades lingüísticas, como palabras, grupos sintácticos, oraciones e, incluso, párrafos enteros.
Para qué sirven los paréntesis
Los paréntesis son usados, por lo general, para insertar información complementaria o aclaratoria de la oración principal.
De este modo, entre los paréntesis podemos poner lo que no es parte central del mensaje, aunque constituya una suerte de segundo discurso complementario.
Incisos, precisiones, ampliaciones, rectificaciones, acotaciones, entre otros enunciados, pueden encerrarse entre paréntesis.
Por ejemplo:
- La novela del colombiano (publicada en 1967) celebraba cincuenta años de su primera edición.
- Como el dinero nunca le faltó (venía de una familia acomodada), ni siquiera en ese momento desesperado, con el negocio en quiebra, se preocupó.
- Luis se había enterado (a mí nadie me había dicho nada) de que Mónica había abandonado la universidad.
- Aunque le gustaba mucho la ciudad (su río, sus puentes, la luz dorada del final de la tarde), había algo que le impedía terminar de sentirse a gusto.
- La multitud aplaudió su discurso (yo no).
- Los presidentes se reúnen en la ONU (siglas de la Organización de las Naciones Unidas) para debatir sobre el calentamiento global.
- La película le había recordado otra que había visto hacía tiempo (sobre vampiros) donde el protagonista desaparecía en la mitad y no se volvía a saber de él hasta el final.
Si bien la función del paréntesis para aislar estas unidades lingüísticas es compartida con otros signos, como las comas y los guiones, el paréntesis indica un mayor grado de aislamiento de la unidad lingüística. Sin embargo, conviene apuntar que la elección de uno u otro signo responde, muchas veces, a la voluntad del autor.
Cómo se usan los paréntesis
Los paréntesis deben escribirse pegados al primer y último carácter de la frase que encierran. Además, se debe dejar un espacio entre ellos y el elemento que los antecede y los sigue.
Sin embargo, si lo que sigue al signo de cierre del paréntesis es un signo de puntuación, no hay que dejar el espacio entre este y el paréntesis.
Por otro lado, conviene apuntar que dentro del paréntesis no debe iniciarse con mayúscula, exceptuando los casos en que este sea precedido por un punto.
Por ejemplo:
- El libro (tanto hablaba de él que era imposible no saberlo) se llamaba La broma infinita.
- La chica que nos atendió (Lucía, según creo recordar), nos dijo que esperáramos sentados.
- Los viernes cerraban más temprano. (Había que darles un poco de holgura a los chicos, que tanto trabajan durante la semana).
Otros usos del paréntesis
Los paréntesis, además, pueden ser usados con otros tipos de funciones, sobre todo como signos auxiliares.
- Para indicar distintas opciones de lectura en un texto: La(s) persona(s) seleccionada(s) deberá(n) rellenar la planilla de solicitud.
- Para desarrollar abreviaturas: OEA (siglas de Organización de Estados Americanos).
- Para reconstruir palabras incompletas: tele(visión), cel(ular).
- Para indicar la omisión de un fragmento en una cita textual: “En un lugar de La Mancha (…), no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo”.
- Para destacar algún elemento en temas lingüísticos. Por ejemplo, elementos que pueden ser omitidos: “Mientras (yo) agonizo”; “Se viró de espalda(s)”; o para explicar determinados procesos: am(ar) + aba > amaba.
- Para marcar letras o números en una enumeración: 1) tijeras, 2) papel...; (a) evaporación, (b) condensación, (c) precipitación...
- Para fórmulas matemáticas: (a + b)3

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
Deja una respuesta