Meteorología es la forma correcta. Metereorología es una incorrección que es conveniente evitar.
Meteorología, como tal, se refiere a la ciencia que se dedica al estudio de los meteoros y otros fenómenos atmosféricos.
Por ejemplo:
- El instituto de meteorología alerta sobre posibles tormentas en el sur del país.
- Se inaugura nueva estación de meteorología que ofrecerá información en línea y en tiempo real.
Meteorología no debe usarse como sinónimo de tiempo atmosférico, ni confundirse con climatología, que se refiere a las características propias del clima de una región.
Pero, ¿por qué a veces nos confundimos y decimos metereorología en lugar meteorología?
Con la palabra meteorología ocurre un fenómeno lingüístico llamado epéntesis, que consiste en la adición de un sonido en posición interior de palabra, por ejemplo: metereorología. Situación que también se registra con sus vocablos derivados, como metereólogo o metereológico, en vez de meteorólogo y meteorológico.
Este mismo fenómeno es apreciable en otras palabras, como, por ejemplo, cuando decimos aereopuerto en lugar de aeropuerto, gaseoducto en vez gasoducto, indiosincrasia antes que idiosincrasia, o en cunclillas por en cuclillas.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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