La forma correcta de escribir esta palabra es inconsciente. La grafía inconciente, por su parte, constituye un error ortográfico que es conveniente evitar.
La palabra inconsciente deriva de consciente, y se compone con el prefijo in-, que indica negación o privación.
Inconsciente puede funcionar como adjetivo. Alguien inconsciente, en este sentido, es aquel que no tiene conocimiento de algo en específico, de sus acciones o de las consecuencias de sus actos. También puede ser alguien que ha perdido la consciencia.
Por ejemplo:
- Te estás comportando de forma inconsciente con Alicia.
- No actúes de manera inconsciente; ten más cuidado.
- Después de la caída, quedó inconsciente.
- Se lo llevaron al hospital estando inconsciente.
Inconsciente también puede ser un sustantivo masculino para referirse en psicología a todos aquellos procesos psíquicos que no se manifiestan de manera consciente, aunque influyan en la conducta de los individuos.
Por ejemplo:
- Freud se interesó en sus estudios por el inconsciente.
- Aquella reacción de la población estaba alojada en el inconsciente colectivo.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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