Grave puede ser un adjetivo con el significado de importante, difícil o serio, o el verbo gravar conjugado, imponer un impuesto. Grabe, por su lado, es el verbo grabar en algunas de sus formas personales; significa hacer una inscripción sobre una superficie, captar o almacenar información en un dispositivo, o fijar memorias o imágenes en la mente.
Grave y grabe son palabras homófonas, pues se pronuncian exactamente igual, pero se escriben de forma diferente. Esto debido a que en español no existe distinción fonética alguna entre v y b. A continuación, te damos las claves para saber cuándo usar cada una.
Cuándo usar grave
Grave es un adjetivo; puede emplearse como sinónimo de importante o grande, difícil o complejo, serio o circunspecto. También se utiliza en referencia a una persona enferma, para designar a un sonido de bajas vibraciones, o en alusión a una palabra llana.
Por ejemplo:
- El presidente estaba ocupado en un asunto grave.
- Su gesto grave preocupó a todos en la sala.
- Juan está grave del asma.
- Tenía un timbre de voz más bien grave.
- Las palabras graves no llevan acento si acaban en vocal o en n o s.
Grave es también el verbo gravar conjugado en primera (yo), segunda (usted) y tercera persona (él, ella) de singular de presente en modo subjuntivo, o la segunda persona de imperativo. Significa imponer un gravamen.
Por ejemplo:
- Espero que el funcionario aduanero no grave tan alto esta mercancía.
- Hacienda propone que se grave más la gasolina.
Cuándo usar grabe
Grabe es el verbo grabar conjugado en primera (yo), segunda (usted) y tercera persona (él, ella) de singular de presente en modo subjuntivo, o la segunda persona de imperativo; puede usarse para designar la acción de hacer una incisión o una inscripción sobre una superficie, o en el sentido de captar o almacenar información (audio, sonido, texto) en un dispositivo, o para referirse a fijar una imagen, sentimiento, recuerdo o concepto en la mente.
Por ejemplo:
- Le pedí al joyero que grabe las iniciales de su nombre en el anillo.
- No logro hacer que la computadora grabe la información.
- Espero que se te grabe esta imagen en la cabeza.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.

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