Una gira puede ser un viaje o una excursión, o la serie de presentaciones que hacen los artistas en diferentes partes; también puede ser el verbo girar conjugado en algunas de sus formas personales. Jira, por su parte, puede ser un pedazo de tela rasgado o una merienda o banquete realizadaa en el campo.
Gira y jira son palabras homófonas, puesto que la g antes de la i y la e tiene el mismo sonido que la j. En este sentido, puede generar cierta confusión a la hora de escribir, por ello, a continuación te ofrecemos algunas claves para saber cuándo usar una y cuándo la otra.
Cuándo usar gira
Gira puede ser un sustantivo femenino; puede referirse a un viaje o excursión que pasa por distintos lugares para volver finalmente al punto de partida, puede hacer referencia a la serie de presentaciones que tiene un artista o un grupo musical en distintos lugares.
Por ejemplo:
- Los turistas regresaban de una gira por todos los pueblos de la sierra.
- La gira de U2 incluye varios conciertos en ciudades latinoamericanas.
Gira también puede ser el verbo girar conjugado en segunda (usted) y tercera persona (él, ella) de singular de presente en modo indicativo, así como en segunda persona de imperativo. Significa dar vueltas sobre un eje o punto, enviar dinero por giro, desarrollarse una conversación o negocio en torno a un asunto, o desviarse o cambiar de rumbo.
Por ejemplo:
- La rueda del molino gira rápidamente.
- Por favor, gira estos pesos a Esther, que los necesita urgentemente.
- La avenida gira antes de llegar a la redoma.
- El libro gira en torno al tema de la mística y la libertad.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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