¿Fluorescente o Fluorecente? - Cómo se escribe
La forma correcta de escritura es fluorescente, con «sc». Por otra parte, fluorecente no existe en el idioma español por lo que no debe escribirse nunca de esa forma.
Fluorscente y fluorecente se pronuncian de la misma forma por lo que son palabras homófonas, lo que genera confusión al momento de escribirlas. Ahora que ya sabes la palabra correcta, te mostramos cómo utilizarla adecuadamente.
Cuándo usar fluorescente
Fluorescente se define como «perteneciente o relativo a la fluorescencia» o bien «que tiene fluorescencia». La fluorescencia, a su vez, se define como la luminiscencia debida a la excitación de una sustancia que absorbe radiaciones, y que cesa al desaparecer dicha excitación.
En otras palabras un cuerpo fluorescente es el que es capaz de absorber energía en forma de radiaciones electromagnéticas y luego emitir parte de esa energía en forma de radiación electromagnética de longitud de onda diferente.
Ejemplos:
- Hay peces considerados fluorescentes, que emiten luz al recibir cierto tipo de rayos en el espectro.
- Hay que reemplazar el tubo fluorescente del techo.
- La fluorita es fluorescente bajo la luz ultravioleta.
Cómo se dice fluorescente en otros idiomas
- Cómo se dice fluorescente en inglés: fluorescent
- Cómo se dice fluorescente en francés: fluorescent
- Cómo se dice fluorescente en italiano: fluorescente
- Cómo se dice fluorescente en portugués: fluorescente
- Cómo se dice fluorescente en catalán: fluorescent

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
Deja una respuesta