Estuvo es la forma correcta de escribir esta palabra. Estubo, en cambio, es una incorrección ortográfica que debemos evitar.
Estuvo es el verbo estar conjugado en segunda (usted) y tercera persona (él, ella) de singular de pretérito perfecto en modo indicativo.
El verbo estar tiene muchas acepciones. Puede significar ser o existir; encontrarse de cierto modo; hallarse en un lugar o situación determinados; vivir o residir en un sitio; permanecer o encontrarse con cierta estabilidad en un lugar o situación; tener una cosa un precio; trabajar o desempeñarse en algo; tener intención o disposición para alguna cosa, etc.
Por ejemplo:
- Julián estuvo triste un mes entero cuando murió su abuela.
- Nora estuvo de vacaciones en París el año pasado.
- Durante un año, Andrés estuvo trabajando de mensajero en el periódico.
- Cuando la vio entrar por la puerta, estuvo tentado a irse corriendo.
- Este producto estuvo a diez mil pesos hasta el mes pasado.
¿Por qué podemos confundirnos a la hora de escribir estuvo y ponemos estubo? Pues porque en español las letras v y b tienen exactamente el mismo sonido, de allí que sea frecuente dudar cuándo debemos escribir una y cuándo otra.
De hecho, en algunos casos, al cambiar una letra por otra podemos estar escribiendo un término con un significado totalmente diferente. Esto ocurre, por ejemplo, con balido y valido, bascular y vascular, beta y beta, pero también puede ser un simple error de ortografía, como en el caso de estubo.
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.