Estructura es la forma correcta de esta palabra. Pronunciar o escribir extructura es una incorrección que debe evitarse.
Estructura es un sustantivo femenino que designa, en general, la manera en que se ordenan y relacionan entre sí los componentes, órganos o piezas de un sistema o conjunto. Contiene la idea de disposición de las partes para cumplir la finalidad del todo.
Suele aplicarse a la disposición de las distintas partes de un edificio o a la articulación de los elementos de un texto o una obra.
Por ejemplo:
- Esa casa tiene una estructura de dos plantas con habitaciones muy amplias.
- El ejercicio físico ayuda a fortalecer toda la estructura corporal.
- Ha dedicado toda su vida al estudio de estructuras moleculares.
- La estructura típica de una narración consta de introducción, nudo y desenlace.
- No está bien lograda la estructura del artículo.
En el ámbito de la construcción, se conoce como estructura la armazón o entramado que constituye el esqueleto de un edificio.
Por ejemplo:
- La constructora asegura que nuestro edificio tiene una estructura antisísmica.
- La estructura de esa vivienda está hecha de hormigón.
La forma extructura es una deformación asociada al fenómeno de la híper o ultra corrección. En este caso, el hablante inserta erróneamente, o lo refleja en la escritura, el sonido característico de la /x/ a semejanza de otras palabras en las que sí es pertinente, como explicación o exquisito.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.

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