Este es un demostrativo para hacer referencia a lo que está cerca de quien habla, a algo que se mencionó o se va a mencionar, o a un periodo de tiempo, momento o lugar que es relativamente próximo. Nunca debe ir acentuado. Asimismo, este puede ser un sustantivo masculino que designa a uno de los cuatro puntos cardinales.
Éste, por su parte, es un pronombre demostrativo que solía escribirse con tilde para evitar confusiones y ambigüedades en oraciones donde su función sintáctica no estuviera clara. Sin embargo, hoy en día, la Real Academia Española aconseja no acentuarlo, incluso en casos de posible ambigüedad.
Esté, finalmente, es el verbo estar conjugado en distintas formas personales, y se emplea para expresar el estado de un sujeto o para hacer referencia a algo que existe o se halla en un lugar o situación determinados.
Para evitar la confusión a la hora de acentuar estas tres palabras, te explicaremos cada uno de sus usos y te daremos una serie de claves para estar muy atento y evitar confusiones.
Cuándo usar este
Este es un demostrativo masculino. Cuando funciona como adjetivo demostrativo masculino puede emplearse para hacer referencia a algo que está próximo a quien habla, a algo que se acaba de mencionar o que se mencionará más adelante, en referencia a un periodo de tiempo, momento o lugar que es más o menos próximo, o para indicar, coloquialmente, una valoración positiva o negativa sobre alguien o algo cercano a quien habla. Debido a que funciona gramaticalmente como adjetivo, afecta al sustantivo al que acompaña, determinándolo.
Por ejemplo:
- Sostén este jarrón con las dos manos.
- Me gustaron todos los muebles, pero este sillón es el más cómodo.
- En este mes del año hace mucho frío.
- Este día es especial para mí porque cumplo años.
- De todos los lugares en que he estado, este país es el más hermoso.
- Vaya con este chico y sus ironías.
Este también puede funcionar como pronombre demostrativo masculino para referirse a lo que está cerca de la persona que habla, a lo que se acaba de mencionar o se mencionará a continuación, o para referirse a una persona presente o consabida, siendo que en este último caso tiene cierto matiz despectivo. Debido a que es un pronombre, reemplazará siempre en la oración a un sustantivo y hará sus veces. Conviene, además, acotar que, por regla, nunca, en ninguno de estos casos, debe estar acentuado.
Por ejemplo:
- No puedo llevar todos los libros, sostén este por mí.
- Traje una manzana y un melocotón, pero este aún está verde.
- Este se cree el dueño absoluto de la verdad.
Este, por otro lado, también puede ser un sustantivo masculino para referirse a un punto cardinal del horizonte, aquel por donde sale el sol en los equinoccios. La palabra, como tal, proviene del francés est, y del inglés antiguo ēast.
Por ejemplo:
- Caminemos hacia el este.
- El sol sale por el este y se esconde por el oeste.
Cuándo usar éste
Éste es un pronombre demostrativo masculino. Anteriormente, se aconsejaba acentuarlo en oraciones donde hubiese riesgo de ambigüedad en la interpretación de su función gramatical, en caso contrario, desde 1959, la Real Academia Española venía desaconsejando ponerle la tilde.
Sin embargo, en la más reciente Ortografía de la Lengua Española (2010), la RAE insta a no acentuar los pronombres demostrativos, incluso en caso de posible ambigüedad. ¿Por qué? Pues porque el demostrativo este es tónico y pertenece al grupo de palabras que, según las reglas de acentuación, deben escribirse sin tilde, ya que es es una palabra llana terminada en vocal.
De modo que, expresiones que anteriormente hubieran podido llevar tilde como, por ejemplo:
- Éste ganará el campeonato.
- Quiero comprar éste.
- De todos, éste es el mejor.
Hoy en día pueden escribirse sin tilde:
- Este ganará el campeonato.
- Quiero comprar este.
- Este es mejor que el otro.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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