Envestir es sinónimo de investir; significa conferir un cargo de importancia o revestir una superficie con fines decorativos. Embestir, por su parte, se emplea con el significado de arrojarse o arremeter contra alguien o algo.
Puesto que en español no existe distinción fonética alguna entre b y v, estas palabras son consideradas homófonas, debido a que se pronuncian exactamente igual.
Cuándo usar envestir
Envestir es un verbo; significa investir y puede usarse o bien en el sentido de conferir un cargo importante a alguien, o bien como sinónimo de revestir, es decir, cubrir con revestimiento una superficie.
Por ejemplo:
- Lo envistieron papa inmediatamente después del cónclave.
- Habían envestido las paredes del estudio con madera para hacerlo más acogedor.
Cuándo usar embestir
Embestir es un verbo; significa lanzarse con ímpetu sobre alguien o algo, acometer a una persona para pedir o exigir una cosa, o arremeter contra alguien o algo. La palabra, como tal, se cree que procede del italiano investire, que traduce ‘acometer’.
Por ejemplo:
- Cuando salió del hotel, la actriz fue embestida por una multitud de reporteros.
- Apenas le sirvieron el plato, lo embistió con voracidad.
- Los soldados embistieron contra la fortaleza.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.