En serio es una expresión que usa para significar que algo se dice sin engaño. Enserio, en cambio, es el verbo enseriar en primera persona; significa poner semblante serio o dar a un asunto la gravedad del caso. Formas como encerio o en cerio son incorrecciones ortográficas que es conveniente evitar.
Como tal, son palabras homófonas, pues suenan igual, pero varían en su grafía y su función gramatical.
Cuándo usar en serio
En serio es una locución adverbial que significa ‘sin engaño’ o ‘sin burla’; se emplea para enfatizar que aquello que se dice o se afirma es tratado con gravedad o prudencia.
Por ejemplo:
- Te lo digo en serio: Manuel y Rita terminaron.
- ¿En serio quieres que te acompañe?
- No te fíes de José, es un bromista; nunca habla en serio.
Cuándo usar enserio
Enserio es el verbo enseriar conjugado en primera persona de singular de presente de modo indicativo; significa poner expresión seria, o dar a un asunto o situación un aspecto grave o formal.
Por ejemplo:
- Si no me enserio pronto, voy a ser uno de esos cuarentones de coleta y cazadora que deambulan por los bares.
- Yo siempre me enserio cuando me hablan de Rita.
- Todo pasó tal cual lo cuento, no enserio ningún detalle.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
Deja una respuesta