Dónde es un adverbio interrogativo o exclamativo de lugar; se emplea tanto para introducir una pregunta, como para exclamaciones. Donde, por su lado, es un adverbio relativo de lugar, es decir, que se usa para introducir oraciones que indican relaciones de lugar. En este sentido, ambas expresiones deben utilizarse en situaciones diferentes, ya que confundirlas constituye un error.
Cuándo usar dónde
Dónde se emplea para introducir enunciados interrogativos o exclamativos. Como tal, puede ir precedido de las preposiciones a, de, desde, en, hacia, hasta, para y por, que se utilizan para indicar relaciones de lugar, como el destino, origen, situación, dirección o tránsito de algo o alguien. La preposición a, por su parte, puede aparecer unida a este adverbio, de lo cual deriva la forma adónde. Dónde debe escribirse con tilde, para diferenciarse del adverbio relativo de lugar donde.
Por ejemplo:
- ¿Dónde estabas? Llevo todo el día buscándote.
- ¡Dónde se ha visto semejante cosa!
- No sabía dónde podía haberse escondido.
- Me gustaría mudarme, pero no sé adónde.
Cuándo usar donde
Donde, por su parte, es un adverbio relativo de lugar. Esto quiere decir que introduce oraciones subordinadas con las que se indican relaciones de lugar, como el destino, origen, situación, dirección o tránsito de algo o alguien.
Como tal, puede ir precedida de las preposiciones a, de, desde, en, hacia, hasta, para y por. La preposición a, incluso, puede aparecer unida a este adverbio, resultando la forma adonde. Donde debe escribirse sin tilde, con lo cual se diferencia del adverbio interrogativo y exclamativo dónde.
Por ejemplo:
- Iremos a un hotel donde haya piscina.
- Ponga ese adorno donde mejor le parezca.
- Caminaremos hacia donde propongas.
- Aunque había puesto el coche en marcha, no sabía adonde se dirigía.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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