¿Conclusión o Conclución? - Cómo se escribe
La forma adecuada de escritura es conclusión, mientras que el término «conclución» no existe en el idioma español por lo que no debes escribirlo terminando en -ción. La razón de la duda en la correcta ortografía al escribir radica en el hecho de que conclusión y conclución tienen la misma pronunciación, por lo que son llamadas palabras homófonas.
Ahora que ya hemos aclarado la forma correcta de escritura, te mostramos su definición y otras informaciones útiles en torno a este término.
Definición de conclusión
El significado más básico de conclusión es «acción y efecto de concluir», donde el verbo concluir equivale a «terminar» o «acabar». Ejemplos:
- La conclusión de la película dejó a todos con la boca abierta.
- Me ha decepcionado la conclusión de la novela.
Por otra parte, conclusión también equivale a la idea a la que se llega después de considerar una serie de datos o circunstancias. Ejemplos:
- Creo que no hay nada más que decir; saque usted su propia conclusión.
- Después de la reunión se llegó a la conclusión de que no había que invertir más.
- La conclusión de la investigación es errónea.
Sinónimos de conclusión
Cuando conclusión se refiere a la acción y efecto de concluir, sus sinónimos son:
- Término
- Final
- Remate
- Cesación
- Fin
- Desenlace
Cuando, por otro lado, conclusión se refiere a la idea a la que se llega después de considerar una serie de datos o circunstancias, sus sinónimos son:
- Deducción
- Resultado
- Secuela
- Consecuencia
- Corolario
- Resolución
Cómo se dice conclusión en otros idiomas
- Cómo se dice conclusión en inglés: conclusion
- Cómo se dice conclusión en francés: conclusion
- Cómo se dice conclusión en italiano: conclusione
- Cómo se dice conclusión en portugués: conclusão
- Cómo se dice conclusión en catalán: conclusió

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.

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