La expresión correcta es con base en. Son desaconsejables las construcciones en base a y con base a. Por otro lado, tampoco debe confundirse esta secuencia con la expresión a base de.
Con base en se emplea para expresar que aquello de lo que se habla tiene cierto apoyo o fundamento, así, se usa con el sentido de ‘con apoyo en’ o ‘con fundamento en’. En este sentido, puede reemplazarse por expresiones como sobre la base de, en función de, basándose en, a partir de, de acuerdo con, con base en o según.
Por ejemplo:
- El presidente alteró su discurso una hora antes con base en las recientes informaciones sobre el atentado.
- Con base en las alegaciones del abogado, el juez declaró el juzgado en receso.
- El candidato ha lanzado una campaña de concientización con base en sus ideas liberales.
Asimismo, con base en es una secuencia que puede usarse para hacer referencia al lugar en el que se encuentran las instalaciones que sirven de punto de partida para ciertas operaciones, como las militares.
Por ejemplo:
- Las tropas estadounidenses con base en Irak se enfrentaron a grupos rebeldes.
- Los soldados con base en la frontera se preparaban para el combate.
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.