La forma correcta de escribir esta expresión del inglés es WhatsApp. WhatsApp es el nombre de una aplicación de envío de mensajes instantáneos para teléfonos inteligentes.
Puesto que WhatsApp es su nombre comercial, esta es la única forma admitida de denominar esta aplicación, por lo que no es correcta la grafía Wasap.
WhatsApp es una palabra que surge de un juego de palabras con la expresión inglesa “what’s up?”, que se utiliza coloquialmente como forma de decir “¿qué tal?” o “¿cómo te va?”. Así, WhatsApp se forma con la palabra what, que en inglés significa ‘qué’, y la abreviatura app, de application, que en español traduce ‘aplicación’.
Por ejemplo:
- Instalé WhatsApp en mi teléfono inteligente.
- La única aplicación que uso siempre es WhatsApp.
Wasap, wasapear o guasap, guasapear
Debido a la popularidad de la aplicación de envío de mensajes instantáneos WhatsApp se ha vuelto común designar como wasap (en plural, wasaps) a los mensajes enviados por dicha aplicación.
Asimismo, se ha adoptado el neologismo wasapear para referirse al acto de intercambiar mensajes por WhatsApp.
Por ejemplo:
- Federico me envió un wasap para avisarme que ya llegó.
- Disfruto mucho wasapear con mis amigos.
Sin embargo, también es posible la adaptación guasap (en plural, guasaps), así como guasapear, para referirse a los mensajes y la acción de enviar mensajes a través de esta aplicación respectivamente. No obstante, se aconseja optar por las formas con w, que mantienen la referencia a la marca original.
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.