Cómo se escribe ¿Vocación o Vocasión?
Vocación y vocasión son palabras homófonas, esto es, que tienen idéntica pronunciación. Esto no presenta problemas al momento de hablar pero puede serlo al momento de querer escribir con una correcta ortografía, tomando en cuenta, además, que muchas palabras en español terminan tanto en -ción como en -sión. Debemos entonces aclarar que vocación es la forma correcta de escritura, mientras que el término «vocasión» no existe en el idioma español.
Ahora que ya está aclarada la forma correcta de escribir la palabra, te mostramos su definición y otras importantes informaciones anexas.
Definición de vocación
Vocación se define como la inclinación a un estado, una profesión o una carrera, aunque puede en ciertos contextos referirse a la inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de religión.
Ejemplos:
- Mi vocación siempre ha sido curar a las personas así que me matriculé en Medicina.
- El es un religioso que siguió su vocación.
- Mi hijo siempre ha sentido vocación por la música.
Sinónimos de vocación
- Preferencia
- Inclinación
- Talento
- Aptitud
- Gusto
- Afición
- Tendencia
Cómo se dice vocación en otros idiomas
- Cómo se dice vocación en inglés: vocation, calling
- Cómo se dice vocación en francés: vocation
- Cómo se dice vocación en italiano: vocazione
- Cómo se dice vocación en catalán: vocació
- Cómo se dice vocación en portugués: vocação

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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