Tanto viscera, vicera como visera suenan igual cuando se pronuncian, razón por la que para muchos no es tan simple el poder escribir correctamente la palabra que tienen en mente. Debemos entonces aclarar que visera es la forma correcta de escritura, mientras que viscera y vicera no existen en el español.
Ahora que ya está respondida la pregunta, te mostramos la definición de visera y otras informaciones útiles.
Definición de visera
Visera se define como el ala que tienen por delante las gorras y otras prendas semejantes, para resguardar el rostro. Sin embargo, visera también puede referirse a la parte del yelmo que cubría y protegía el rostro, unida por lo común a dos botones laterales para alzarla y bajarla, y con agujeros o hendiduras para ver.
Por último visera también corresponde al parasol que se monta en el exterior o interior de un vehículo para evitar que el sol deslumbre a los ocupantes.
Ejemplos:
- Mi gorra tiene una visera grande para protegerme del sol.
- El caballero medieval sufrió en lanzazo en su casco que le rompió parte de la visera.
- Está llegando el sol de frente así que por favor pon la visera en el vidrio delantero del coche al estacionarlo.
Cómo se dice visera en otros idiomas
- Cómo se dice visera en inglés: visor
- Cómo se dice visera en francés: visière
- Cómo se dice visera en italiano: visiera
- Cómo se dice visera en portugués: viseira
- Cómo se dice visera en catalán: visera

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.