Cómo se escribe ¿Veta o Beta?
Hoy hablaremos de 2 palabras que suenan casi idénticas, especialmente si se modula poco la «b» y la «v». Se trata de beta y veta, y como ambas existen en el idioma español, esto puede confundir a más de alguno sobre cuándo usar una y otra palabra. Te mostramos cómo escribir correctamente entre veta y beta, con ejemplos y definiciones.
Beta
La palabra beta existe en el español y en la RAE, y te mostramos su único significado:
- Letra del alfabeto griego que es representado por el símbolo β.
Ejemplo: Alfa, omega y beta son letras del alfabeto griego.
Veta
La palabra “veta” también existe en el idioma español y en la RAE, y te mostramos sus significados con sus ejemplos respectivos:
- Estrato alargado de un mineral o material que es diferente al que lo rodea.
Ejemplo: Descubrieron vetas de plata en la mina de cobre. - Franja que forma un dibujo en un cierto material, al ser de distinta estructura y/o color.
Ejemplo: Barniza esta madera en la dirección de la veta. - Aptitud de una persona para realizar algo.
Ejemplo: Ella claramente tiene una veta musical. - Tercera persona singular del presente de indicativo del verbo vetar.
Ejemplo: El presidente veta todas las leyes pro-aborto que le son despachadas.
Sinónimos de veta
Te mostramos los principales sinónimos del sustantivo veta:
- Yacimiento, filón, vena
- Raya, línea, franja, estría, banda.
Veta en inglés
- (Filón mineral): seam, vein
- (Franja de madera) grain
- (verbo vetar) ban, veto

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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