Cómo se escribe ¿Veraz, Verás o Veras?
Veraz indica algo que usa o profesa siempre la verdad. Verás se refiere a la segunda persona en singular del futuro del verbo ver. Por otra parte, veras es un sustantivo que equivale a «verdad en lo que se dice o hace».
En la mayoría de los países hispanohablantes (salvo España), el sonido de la s y la z es el mismo, por lo que para esos países, veraz y verás se consideran palabras homófonas, lo que puede generar confusión en la escritura.
Cuándo usar veraz
Veraz es un adjetivo que se refiere a alguien que siempre dice la verdad, o a algo que se apega a lo que es verdadero.
Ejemplo:
- Soy una persona veraz; no ando mintiendo por ahí.
- Mi testimonio en esta corte ha sido veraz.
- Este fuente es veraz; puedes publicar la noticia sin preocuparte.
Cuándo usar verás
Verás no es un adjetivo, sino que se refiere a la segunda persona en singular del futuro de indicativo del verbo ver. Cuando se usa en este modo futuro, normalmente ver tiene el sentido de comprobar, entender o percibir algo.
Ejemplos:
- Mañana verás que tengo razón.
- Verás de lo que soy capaz si persistes incomodándome.
- Cuando seas adulto verás que las acciones tienen consecuencias.
Cuándo usar veras
Veras no es una palabra muy conocida, a decir verdad, pero si nos remitimos a lo que dice la RAE, vemos que es un sustantivo en plural que es sinónimo de «verdad» o «realidad». Más conocida es la locución adverbial «de veras», que significa «de verdad» o «realmente».
Ejemplos:
- ¿De veras lo dices en serio?
- Créeme, lo digo de veras.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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