Cómo se escribe ¿Trastorno o Transtorno?

En el lenguaje formal, la expresión correcta es «trastorno» describiendo una modificación de la salud física y/o mental.
Los prefijos «trans-» y «tras-» traen de cabeza a mucha gente, ya que no hay una regla fija y tendrás que memorizar la palabra para ahorrarte las posibles dudas.
Algunos ejemplos de dudas de escritura de palabras que aparecen por no saber si va una ‘b’ o ‘p’ en la primera sílaba son septiembre o setiembre, oscuro u obscuro, obsceno u osceno. La mejor forma de aprender a estar más seguro en la ortografía de los términos es con un buen hábito de lectura, además de consultar otros artículos como este.
Transtorno
La palabra ‘transtorno’ no existe en el idioma español al no ser reconocida por el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), por lo que no debes escribirla de este modo.
Trastorno
Sí que existe dicha palabra en la RAE, significando lo siguiente:
- Causa y consecuencia de trastornar.
- Ejemplo: Le causaba trastorno cuidar del perro del vecino, ya que era muy revoltoso.
- Modificación de la salud física y/o mental.
- Ejemplo: Sufre un trastorno bipolar tras el accidente de moto.
Sinónimos trastorno
Memorizando cualquiera de estos sinónimos darás a tu escritura un toque más profesional:
Desorden, confusión, alteración, irregularidad, trastrueque, conflicto, dificultad, molestia, perjuicio, contrariedad, pena, dolor, angustia, tristeza, locura, excentricidad, chaladura, chifladura.
Cómo se dice “trastorno” en otros idiomas
Tan importante como saber español, es conocer las diferentes lenguas. Estúdialas aprendiendo la palabra en diferentes idiomas:
- Cómo se dice “trastorno” en inglés: disorder
- Cómo se dice “trastorno” en francés: trouble
- Cómo se dice “trastorno” en portugués: desordem
- Cómo se dice “trastorno” en italiano: disturbo
- Cómo se dice “trastorno” en alemán: Störung
Ahora ya sabes que “transtorno” no es una palabra que debas utilizar, por tanto, evítala.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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