Los adverbios en el español son muy usados dada su gran importancia en la construcción de oraciones y en su capacidad de unir diferentes partes de ellas. Sin embargo, muchas veces su escritura se nos presenta un poco difícil dado que muchas veces no tenemos seguridad sobre qué acentuación usar o bien si escribirlos juntos o separados. Dentro de esta problemática, analizaremos en este artículo si escribir tampoco o tan poco, un adverbio muy importante de nuestra lengua.
Algunos ejemplos de dudas que se presentan en la escritura de algunos adverbios son el área o la área, el agua o la agua, el ala o la ala y el acta o la acta, entre otros.
La conjunción ‘tan poco‘ no existe en el español a pesar de que está conformada por 2 palabras que , separadas, sí existen según la Real Academia Española (RAE). Siendo así, no debes escribirla de esta forma.
La forma correcta de escritura es ‘tampoco‘, que la Real Academia Española (RAE) clasifica como un adverbio que es usado ‘para negar algo después que ya se ha negado otra cosa’. Ejemplos:
- No quiero ir, ¿y tú? – Yo tampoco quiero.
- Tampoco nos quejaremos si ustedes no tienen problema con el servicio.
Ahora bien, el adverbio ‘tampoco‘ también se usa ‘para atenuar o suavizar una afirmación precedente’:
- Si estás en desacuerdo, entonces le diré tu queja. – Tampoco es eso.
Cómo se dice tampoco en otros idiomas
Te mostramos cómo se traduce el adverbio ‘tampoco’ en otros idiomas, para que puedas expresarte de mejor forma ante personas extranjeras:
- Cómo se dice tampoco en inglés: either, neither
- Cómo se dice tampoco en francés: non plus
- Cómo se dice tampoco en portugués: também não, tampouco
- Cómo se dice tampoco en italiano: neanche, nemmeno, neppure
- Cómo se dice tampoco en catalán: tampoc
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.