La forma correcta de escritura es «subyacente«, mientras que «subyasente» no existe en el español por lo que nunca se debe escribir así.
Dado que subyacente y subyasente tienen la misma pronunciación, esto puede provocar dudas en la escritura, como sucede en muchos casos en que se debe elegir entre la «c» y la «s». Ahora que ya sabes la palabra correcta, te mostramos cómo utilizarla adecuadamente.
Cuándo usar subyacente
Subyacente se define como algo que está por debajo o detrás de otra cosa, sea físicamente o en sentido figurado.
Ejemplos:
- El problema subyacente dentro de toda esta discusión es la falta de confianza.
- Con las piedras subyacentes de la tierra, Pedro construyó un rústico castillo en miniatura.
- Dentro de su amargura existe un sentimiento subyacente de rabia.
Etimología de «subyacente»
Subyacente deriva del latín, más concretamente de la palabra subiacentis, que se traduce como “el que está extendiendo por debajo” y que se halla conformada por tres componentes:
- El prefijo “sub-”, que significa “debajo”.
- El verbo “iacere”, que es equivalente a “estar tendido”.
- El sufijo “-nte”, que lo que viene a hacer es indicar al “agente”.
Cómo se dice subyacente en otros idiomas
- Cómo se dice subyacente en inglés: underlying
- Cómo se dice subyacente en francés: sous-jacent
- Cómo se dice subyacente en italiano: sottostante
- Cómo se dice subyacente en portugués: subjacente
- Cómo se dice subyacente en catalán: subjacent
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.