Cómo se escribe ¿Solicito, Solícito, o Solicitó? (ejemplos)
Solicito, solícito y solicitó están todas correctas, por lo que solo falta descubrir cómo usar cada una, pues obviamente significan cosas diferentes, según donde se ponga la tilde.
Cuándo usar solícito
El término solícito, con tilde en la primera i, es un adjetivo que equivale a «diligente» o «cuidadoso». Se refiere, entonces, a una persona que efectúa su trabajo de manera responsable y ágil.
Ejemplos:
- Mi secretaria es muy solícita en hacer lo que le ordeno.
- Tengo un mayordomo en la casa, quien es solícito y proactivo en sus tareas.
Cuándo usar solicito
El término solicito, sin tilde alguna, se refiere a la primera persona en singular (yo) del presente de indicativo del verbo solicitar. Este verbo significa «pretender, pedir o buscar algo con diligencia y cuidado». Por otra parte, solicitar también puede significar «pedir algo de manera respetuosa, o rellenando una solicitud o instancia».
Ejemplos:
- Solicito ante la Corte que tome en cuenta la postura del defendido.
- Te solicito que puedas intervenir ante tu jefe en este problema.
Cuándo usar solicitó
El término solicitó también es una conjugación del verbo solicitar. Esta vez corresponde a la tercera persona en singular del pretérito de indicativo.
Ejemplos:
- Ella solicitó a su compañera de trabajo para que la reemplazase.
- El estudiante solicitó su carnet de identidad en la municipalidad.
Sinónimos de solicitar
- Pedir
- Requerir
- Pretender
- Aspirar
- Rogar
- Suplicar

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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