Muchos verbos en español nos producen confusión al intentar conjugarlos pues no siempre siguen la misma lógica que otros verbos más conocidos, y el no tener claro esto puede llevarnos a pasar más de un bochorno, sea al hablar o escribir. Por ello, en este artículo veremos un caso interesante de esto al analizar una conjugación del verbo saber: si escribir sepo, sabo o sé.
Algunos ejemplos de dudas de escritura relacionados con conjugaciones verbales son exita o excita, subscribe o suscribe, estuviese o estuviera y hubo o hubieron, entre otros. Pon entonces atención porque te aclaramos cómo se escribe: sé, sepo o sabo.
El verbo saber proviene del latín sapere, pudiendo significar tener conocimientos o una habilidad para realizar una cierta acción (ej: sé andar en ski) o bien conocer un arte o ciencia (ej: sé hablar portugués), cuando el verbo es transitivo. Ahora bien, cuando saber es intransitivo, entonces puede significar ‘tener algo sabor’ (ej: esta sopa sabe a especias orientales). Es en este último significado que se producen la mayoría de las confusiones por lo que es en este contexto que abordaremos la respuesta en este artículo.
Como habíamos mencionado, el caso interesante es cuando el verbo saber equivale a ‘degustar’ o ‘saborear’. Si alguien me corta un dedo y se lo come, entonces, ¿cómo debería preguntar la persona a la que le cortaron el dedo? Quizás el ejemplo te pueda haber parecido algo extremo, entonces supongamos que una chica se pone un lápiz labial de cierto sabor y luego de que le das un beso (suponiendo que eres un chico) ella te pregunta cuál era el sabor que ella tenía. ¿Cómo lo debe preguntar? La respuesta correcta es sé, pues sabo o sepo no existen en español, siendo siempre formas incorrectas de referirse al verbo saber.
Debes notar que cuando el verbo equivale a saborear, es intransitivo y por consecuencia se debe expresar mediante un complemento introducido por la preposición a, como se puede ver en los ejemplos.
- Estuve en el Mar Muerto, por eso sé a sal.
- Después de carme todo el cacao encima, sé a chocolate.
No debes confundir se y sé, pues también existe la palabra sin tilde diacrítica, en cuyo caso es un pronombre personal reflexivo (ej: no se debe colocarlo aquí), como una variante de le/les.
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.