Cómo se escribe ¿Repercusión o Repercución?
La forma correcta de escritura es repercusión, mientras que el término «repercución» no existe en el nuestro idioma por lo que nunca debes escribirlo terminado en -ción. El hecho de que repercusión y repercución suenen idénticamente al hablar es la causa de la confusión en la correcta escritura, pero ahora que la ortografía ya está aclarada te contamos la definición de repercusión y más.
Definición de repercusión
Repercusión se define como la acción y efecto de repercutir, y en muchos casos equivale específicamente a la circunstancia de tener mucha resonancia o trascendencia una cosa.
Ejemplos:
- Este homicidio ha tenido mucha repercusión en las noticias.
- El fichaje del afamado delantero ha tenido mucha repercusión al mundo del fútbol.
- La renuncia del papa conllevo mucha repercusión en el mundo religioso.
- Las repercusiones de la guerra aún están en el aire varios años después.
Sinónimos de repercusión
- Trascendencia
- Efecto
- Alcance
- Resonancia
- Consecuencia
Cómo se dice repercusión en otros idiomas
- Cómo se dice repercusión en inglés: repercussion
- Cómo se dice repercusión en francés: répercussion
- Cómo se dice repercusión en italiano: ripercussione
- Cómo se dice repercusión en portugués: repercussão
- Cómo se dice repercusión en catalán: repercussió

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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