La erre («r») sencilla puede tener un sonido suave o fuerte y escribirse únicamente con una sola erre, lo que dificulta el aprendizaje para muchos. En este caso concreto, a muchos puede confundir si incluir una o dos erres al comienzo de la palabra, y en este artículo te mostramos un ejemplo de aquello al analizar cómo se escribe: refresco o rrefresco.
Algunos ejemplos de dudas de escritura interesantes que merecen ser analizados son dever o deber, banal o vanal, halcón o alcón y tazar o tasar, entre otros.
La palabra está mal escrita y su grafía correcta es la anterior, “refresco”, con una sola r y tiene un sonido fuerte (como en “arco”).
Refresco
Esta es la forma correcta de escribir la palabra, y a continuación te mostramso sus acepciones:
- Bebida fría o del tiempo.
Ejemplo: Le pidió al camarero un refresco de naranja sin gas para quitarse la sed. - Detalle que se les ofrece a las visitas en forma de bebidas, dulces, etc.
Ejemplo: Al llegar al hotel les agasajaron con unos refrescos; bombones y demás dulces apetitosos. - Alimento ligero que se consume para recuperar energías y continuar trabajando.
Ejemplo: Tras un duro esfuerzo, Paco tomó un refresco en forma de sándwich y en unos minutos estaba dando lo máximo en la oficina.
Explicaciones ortográficas adicionales
Con este sencillo truco, sabrá cuándo debe escribir con erre simple: si la palabra comienza con una “r”, siempre se pronuncia fuerte pero se escribe con una erre simple.
Ejemplos: Rata, reloj, rápido, remedio, receta, recado, etc.
Sinónimos
Refrigerio, bebida, limonada, naranjada, granizado, horchata, aperitivo, piscolabis.
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.