Cómo se escribe ¿Poya o Polla?
Si bien es cierto que existen las dos palabras, «polla» es la más utilizada, siendo una gallina o el aparato reproductor masculino, dicho de forma informal.
Este es un claro caso de palabras homófonas en donde en español se pronuncia igual la “ll” y la “y”, cambiando el significado de la palabra si se escribe con una u otra consonante.
Poya
En la RAE (Real Academia Española) se hace referencia a este sustantivo que significa:
- Comisión que se pagaba por el derecho a utilizar el horno común en el medievo. Podía pagarse bien con dinero o con pan.
- Ejemplo: El vasallo pagó la poya al encargado del horno tras finalizar su uso.
- Desecho que se forma tras separar y machacar las gárgolas del lino.
- Ejemplo: Hay que tratar muy bien la poya para que no se estropee el cultivo de lino.
Polla
En esta ocasión, la grafía con la “ll” forma un nuevo sustantivo que se muestra en la RAE como:
- Gallina joven que todavía no está en edad de poner huevos.
- Ejemplo: La polla apenas había nacido y no se separaba de su madre.
- Puede referirse en sentido vulgar al miembro reproductor masculino.
- Ejemplo: El profesor encontró un escrito de su alumno, que decía la palabra polla.
Sinónimos de polla
Para mostrar más variedad, puedes utilizar cualquiera de estos sinónimos:
Gallina, pita.
Cómo se dice “polla” en otros idiomas
Atendiendo al significado de “gallina”, posee todas estas variantes en otras lenguas:
- Cómo se dice “polla” en inglés: chick
- Cómo se dice “polla” en francés: poule
- Cómo se dice “polla” en portugués: franga
- Cómo se dice “polla” en italiano: pollo
- Cómo se dice “polla” en alemán: huhn
Así pues, a la hora de hablar del ave de corral, recuerda que no debes escribir “poya”, si no utilizar la elle.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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