Cómo se escribe ¿Padrastro o Padrasto?
Muchas veces nos confundimos al intentar escribir ciertos términos pues en la mente tenemos 2 opciones muy parecidas entre sí. Esto puede llevarnos a cometer algunos errores ortográficos en la escritura, razón por la cual en este artículo veremos un caso de esta problemática al mostrarte cómo se escribe: padrasto o padrastro.
Algunos casos de dudas de escritura en relación a 2 palabras parecidas entre sí son provisorio o provisional, resolvido o resuelto, supervivencia o sobrevivencia y conciencia o consciencia, entre otros.
El término ‘padrasto‘ no existe en el español, al no estar recogido en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE). Por lo tanto, si ves frases como «no me llevo bien con padrasto», debes saber que están incorrectamente escritas.
La forma correcta de escritura es ‘padrastro‘, cuya definición según la RAE es ‘marido de la madre de una persona nacida de una unión o matrimonio anterior a aquella’. La equivalencia femenina de padrastro es madrastra. Ejemplos:
- Un padrastro abusador con sus hijastros.
- Mi madre y mi padrastro nos compañarán en nuestras vacaciones.
También ‘padrastro‘ puede tener el significado de ‘pedacito de piel que se levanta alrededor de una uña’.
- Se te nota mucho el padrastro en tu dedo meñique.
Cómo se dice padrastro en otros idiomas
Para que puedas expresarte bien al viajar o cuando debas hablar con extranjeros, adquirir vocabulario en otras lenguas es esencial. Por lo mismo, pon atención a cómo se traduce padrastro en otros idiomas:
- Cómo se dice padrastro en inglés: stepfather, stepdad
- Cómo se dice padrastro en francés: beau-père
- Cómo se dice padrastro en italiano: patrigno
- Cómo se dice padrastro en portugués: padrasto
- Cómo se dice padrastro en catalán: padrastre
¿Cómo se dice padrasto o padrastro? Esperamos te haya quedado claro que la palabra correcta es ‘padrastro’.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.

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