Oclusión y oclución son palabras homófonas, esto es, suenan igual. Cuando esto sucede, es normal que haya confusión entre algunos sobre cómo escribir correctamente. Debemos aclarar entonces que «oclusión» es la forma correcta, mientras que «oclución» no existe en el idioma español. Ahora que ya sabes que se debe escribir «oclusión», te decimos cómo utilizarla de forma adecuada.
Cuándo usar oclusión
Oclusión se define como la acción y efecto de ocluir. Este verbo, a su vez, significa: «cerrar un conducto, como el intestino, con algo que lo obstruya, o una abertura, como la de los párpados, de modo que no se pueda abrir naturalmente».
Por otra parte, oclusión también tiene el significado específico de «cierre completo del canal vocal de una articulación».
Ejemplos:
- Cuando pronunciamos el sonido de la letra «t», se produce una oclusión.
- La oclusión intestinal normalmente requiere cirugía de forma urgente.
Sinónimos de oclusión
- Atasco
- Obstrucción
- Obturación
- Taponamiento
Cómo se dice oclusión en otros idiomas
- Cómo se dice oclusión en inglés: occlusion
- Cómo se dice oclusión en portugués: oclusão
- Cómo se dice oclusión en italiano: occlusione
- Cómo se dice oclusión en catalán: oclusió
- Cómo se dice oclusión en francés: occlusion
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.