La palabra correcta es nocivo, con «c». Por otra parte, «nosivo» no se encuentra registrado en la RAE por lo que no forma parte de nuestra lengua.
El seseo consiste en hablar la letra «c» con el mismo sonido que la «s» (cuando van seguidas de las vocales e,i). Cuando esto sucede, tenemos que nocivo y nosivo se pronuncian de la misma forma, lo cual provoca confusión sobre cómo escribir correctamente.
Ahora que ya sabes que «nocivo» es la forma correcta, te mostramos cómo utilizarla adecuadamente.
Cuándo usar nocivo
Nocivo equivale a «dañoso», «perjudicial» o «pernicioso». En otras palabras, se refiere a alguien o algo que produce daño.
Ejemplos:
- Juan es una persona nociva, así que aléjate de él cada vez que puedas.
- Algunos insectos son nocivos para las flores y plantas.
- Este es un ambiente nocivo para criar un niño.
- Esta sustancia es nociva así que no la puedes beber.
- El cigarro se considera nocivo para la salud.
Sinónimos de nocivo
- Pernicioso
- Dañino
- Perjudicial
- Venenoso
- Malsano
- Insalubre
- Malo
- Antihigiénico
Cómo se dice nocivo en otros idiomas
- Cómo se dice nocivo en inglés: harmful, damaging
- Cómo se dice nocivo en francés: nocif
- Cómo se dice nocivo en italiano: nocivo
- Cómo se dice nocivo en catalán: nociu
- Cómo se dice nocivo en portugués: nocivo
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.