Cómo se escribe ¿Nieva o Neva?
El español tiene algunos verbos que generan confusión en la escritura, especialmente cuando debemos conjugar algunas formas verbales de los verbos irregulares, como el caso de ir o hacer. Sin embargo, hay verbos irregulares menos conocidos y cuyo dominio se nos hace más difícil que los ya mencionados, de uso diario. Es el caso que veremos en este artículo sobre si escribir nieva o neva, que corresponden (la palabra correcta) al verbo nevar.
Algunos ejemplos de dudas similares, en relación a conjugaciones verbales son yendo o llendo, exijo o exigo, tuve o tube y estuviera o estubiera, entre otras.
Te contamos cómo se escribe nieva o neva.
La conjugación ‘neva’ no está correctamente escrita al no ser reconocida por el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), a pesar de que el verbo del cual se derivaría es nevar, que no lleva ‘i’.
La forma correcta de escritura es ‘nieva’, con el diptongo “ie”, correspondiendo a la terecra persona del singular del presente de indicativo del verbo nevar. Ejemplos:
- Hoy dicen que nieva muy fuerte.
- Si nieva mañana, entonces debemos prepararnos.
Esto se debe a que algunos verbos irregulares (como nevar, apretar y hervir) presentan irregularidades en las vocales. Un ejemplo de esto es que la “e” del infinitivo (nevar) pasa a ser el diptongo “ie” en la única forma singular del indicativo y del subjuntivo (tercera persona). Ejemplos del subjuntivo:
- Espero que nieve poco mañana.
- No creo que nieve en este inverno.
Cómo se dice nevar en otros idiomas
El verbo nevar es muy común en latitudes más frías, como partes de América del Norte, Europa y Asia, por lo que te será muy útil saber cómo se traduce nevar en otras lenguas.
- Cómo se dice nevar en inglés: to snow
- Cómo se dice nevar en francés: neiger
- Cómo se dice nevar en italiano: nevicare
- Cómo se dice nevar en portugués: nevar
- Cómo se dice nevar en catalán: nevar

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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