Cómo se escribe ¿Móbil o Móvil?
La palabra correcta es “móvil”, que puede referirse al aparato electrónico para hablar por teléfono o bien al movimiento de una persona o cosa.
Muchas veces no sabemos si escribir una palabra con «v» o «b», puesto que suenan muy parecido. En este artículo veremos el caso de móvil o móbil, una duda muy frecuente en el español.
Móbil
No hay necesidad de utilizar esta palabra, ya que no aparece en la RAE (Real Academia Española), al encontrarse mal escrita con la «b». No confundir con los productos Mobil de la empresa Shell.
Móvil
Es la grafía adecuada, apoyándose en la RAE para dar validez a todos sus significados:
- Algo que se mueve sin necesidad de ayuda externa.
- Ejemplo: El objeto es sin duda móvil, ya que se desplaza en el espacio de forma continua.
- Ejemplo: Este es un juguete móvil, que se mueve con la acción del viento.
- Inestable. Que no permanece en el mismo lugar o posición mucho tiempo.
- Ejemplo: Era un vehículo muy móvil, capaz de desplazarse grandes distancias durante mucho rato.
- Ejemplo: Este reloj de cucú tiene una parte móvil, que se mueve de forma pendular.
- Estímulo que promueve la realización de una acción.
- Ejemplo: El móvil del delito era la herencia de su marido.
- Dispositivo de teléfono sin cables. También puede referirse al número de este.
- Ejemplo: Déjame tu móvil, así puedo llamarte más tarde.
Sinónimos de “móvil”
Vierte todos tus conocimientos lingüísticos en tus escritos utilizando sinónimos como estos:
Cómo se dice “móvil” en otros idiomas
Para saber español, nada mejor que interpretar estas traducciones, de modo que puedas compararlas:
- Cómo se dice “móvil” en inglés: mobile
- Cómo se dice “móvil” en francés: portable
- Cómo se dice “móvil” en portugués: móvel
- Cómo se dice “móvil” en italiano: mobile
- Cómo se dice “móvil” en alemán: handy
Para acabar, hacer hincapié en que “móbil” no es una palabra correctamente escrita, así que evita su uso siempre.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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