Cómo se escribe ¿Meresco o Merezco?
Escribir «merezco» es hacerlo con una ortografía perfecta, ya que esta palabra significa una estimación o premio hacia una cosa o persona.
Los hablantes con seseo tendrán que vigilar este tipo de palabras, ya que cuando se encuentren con palabras homófonas, la escritura va a diferir de su pronunciación.
Algunos ejemplos de palabras homófonas, en donde la ‘s’ y la ‘z’ se confunden, son casar o cazar, pisar o pizar, enlazar o enlasar y loza o losa, entre otros.
Meresco
No es una grafía apropiada de la palabra, por lo que si se acude a la RAE (Real Academia Española) no se verá tal palabra.
Merezco
La palabra se encuentra correctamente escrita, como así lo atestigua la RAE, al incluirla entre sus definiciones oficiales:
- Referido a una persona; que se ha ganado un premio o castigo.
- Ejemplo: Me merezco un premio por haber finalizado la carrera.
- Dar una estimación monetaria o sentimental a una cosa.
- Ejemplo: Ese coche no merece tal precio.
Sinónimos de merezco
Con respecto a su infinitivo, “merecer”, aparecen todos estos sinónimos:
Meritar, ganar, lograr, alcanzar, obtener, premiar.
Cómo se dice “merezco” en otros idiomas
Aumenta tu aprendizaje del español combinándolo con cualquiera de estas traducciones:
- Cómo se dice “merezco” en inglés: deserve
- Cómo se dice “merezco” en francés: méritais
- Cómo se dice “merezco” en portugués: mereço
- Cómo se dice “merezco” en italiano: merito
- Cómo se dice “merezco” en alemán: verdiene
Cómo se conjuga el presente de merecer
De forma de que puedas dominar bien el verbo merecer, te mostramos cómo se conjuga su presente de indicativo, que es de donde surge la palabra ‘merezco’:
- Yo merezco
- Tú mereces
- Él, ella, ud. merece
- Nosotros merecemos
- Vosotros merecéis
- Ellos merecen
Por tanto, “meresco” no existe en ningún diccionario, por lo que no se considera una manera correcta de expresarse en la escritura.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
Deja una respuesta