Cómo se escribe ¿Mayorazgo o Mayorasgo?
Mayorazgo y mayorasgo son palabras homófonas, esto es, suenan igual. Cuando esto sucede, es normal que haya confusión entre algunos sobre cómo escribir correctamente. Debemos aclarar entonces que «mayorazgo» es la forma correcta, mientras que «mayorasgo» no existe en el idioma español. Ahora que ya sabes que se debe escribir «mayorazgo», te decimos cómo utilizarla de forma adecuada.
Definición de mayorazgo
El mayorazgo es una institución que forma parte del derecho civil y que permite mantener la propiedad de determinados derechos o bienes de una familia. Su alcance está dado por las condiciones dictadas en su establecimiento o por las prescripciones de la ley; en los tiempos actuales su vigencia se circunscribe a los títulos nobiliarios.
El mayorazgo se trataba un sistema de reparto de bienes que beneficiaba al mayor de los hijos, de manera que gran parte del patrimonio de una familia no se diseminaba entre muchos herederos, sino que se concentraba en unos pocos.
Siendo así, mayorazgo también equivale a «primogenitura«, siendo ambos términos sinónimos.
Cómo se dice mayorazgo en otros idiomas
- Cómo se dice mayorazgo en inglés: promogeniture
- Cómo se dice mayorazgo en francés: majorat
- Cómo se dice mayorazgo en italiano: primogenitura
- Cómo se dice mayorazgo en portugués: primogenitura
- Cómo se dice mayorazgo en catalán: mayorazgo

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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