Cómo se escribe ¿Manzana o Mansana?
La forma correcta de escritura es manzana, mientras que, por otro lado, el término «mansana» no existe en el español por lo que no debe escribirse con «s» nunca. Dado que la pronunciación de manzana y mansana es básicamente la misma en gran parte del mundo hispanohablante, esto dificulta la correcta ortografía a la hora de escribir para muchas personas. Ahora que ya está clara la palabra correcta, te enseñamos cómo utilizarla adecuadamente.
Definición de manzana
Si vamos a la RAE, la definición de manzana es: «fruto del manzano, de forma globosa algo hundida por los extremos del eje, de epicarpio delgado, liso y de color verde claro, amarillo pálido o encarnado, mesocarpio con sabor acídulo o ligeramente azucarado, y semillas pequeñas, de color de caoba, encerradas en un endocarpio coriáceo».
Por otra parte, manzana también se usa para referirse al espacio urbano, edificado o destinado a la edificación, generalmente cuadrangular, delimitado por calles por todos sus lados.
Ejemplos:
- Me gusta comer manzana y pera al desayuno
- Mi casa está en la próxima manzana; solo debes cruzar esa calle.
- Se cree popularmente que la manzana fue el fruto que comieron Adán y Eva, pero no Biblia solo menciona que fue un fruto.
Cómo se dice manzana en otros idiomas
Cuando nos referimos al fruto, te mostramos cómo traducir «manzana» en otros idiomas:
- Cómo se dice manzana en inglés: apple
- Cómo se dice manzana en francés: pomme
- Cómo se dice manzana en italiano: mela
- Cómo se dice manzana en catalán: poma
- Cómo se dice manzana en portugués: maçã

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.

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