En español es normal confundirse cen la escritura de ciertas palabras que no sabemos si deben ir juntas o separadas, pues en ambos casos suenan igual. Normalmente estas palabras son adverbios o locuciones adverbiales pero también pueden ser adjetivos, como en el caso que veremos en este artículo sobre cómo se escribe: malcriado o mal criado.
Algunos ejemplos de otras dudas que existen sobre si escribir separado o junto son malentendido o mal entendido, medioambiente o medio ambiente, a donde o adonde y quitaesmalte o quita esmalte, entre otros.
El adjetivo ‘malcriado‘ está correctamente escrito ya que es reconocido por el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), por lo que es lícito escribir todo junto. Según la RAE, malcriado significa ‘alguien descortés y falto de educación’, y en el caso de un niño: ‘consentido y maleducado’:
- Tu niño es un malcriado, pues sólo le gusta que hagan lo que él quiere.
- Mi jefe es un malcriado, pues solo le gustan las cosas a su manera en el trabajo.
La conjunción ‘mal criado‘, escrita de forma separada, también está correcta al ser reconocida de igual forma por la Real Academia Española (RAE), por lo que puedes usarla de forma indistinta a ‘malcriado’:
- Qué niña más mal criada tiene mi vecina, pues pasa todo el día llorando.
Te mostramos los sinónimos de malcriado, para que puedas ampliar tu vocabulario y expresarte con mayor riqueza en tu lenguaje:
- Incivil
- Descortés
- Mimado
- Maleducado
- Grosero
- Consentido
- Insolente
- Indecoroso
Cómo se dice malcriado en otros idiomas
Te contamos cómo se traduce el adjetivo malcriado en las principales lenguas:
- Cómo se dice malcriado en inglés: spoiled
- Cómo se dice malcriado en portugués: malcriado
- Cómo se dice malcriado en italiano: viziato
- Cómo se dice malcriado en francés: mal élevé
- Cómo se dice malcriado en catalán: malcriat
Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.