Al escribir de la forma adecuada, se utiliza «juegues«, del verbo «jugar», referido a divertirse de forma lúdica.
En la lengua española, si se quiere que una consonante “g” suene de forma suave delante de la vocal “e”, se debe escribir siempre “gu”.
En este caso, si no se utilizase “gu” la palabra se leería como una “g” fuerte, como en “gemir”.
Jueges
No es una palabra válida, ya que no se muestra ningún resultado buscándola en la RAE.
Juegues
- Realizar una actividad o juego para divertirse o distraerse.
- Ejemplo: Tu madre quiere que juegues con tus primos en el patio.
- Participar en diversos juegos con reglas, con el fin de lucrarse o por vicio.
- Ejemplo: No juegues más a la ruleta, ¿No ves que te vas a endeudar?
- Manosear o mover algo sin un determinado objetivo, para pasar el tiempo.
- Ejemplo: Pablo, a no ser que juegues con ese lápiz para molestarme, déjalo ya, por favor.
- Tratar a una persona sin respeto alguno.
- Ejemplo: No juegues con mis sentimientos, por favor.
Sinónimos de juegues
Prepárate para ser el rey en apalabrados estudiando todos estos sinónimos:
Retozar, recrearse, juguetear, divertirse, entretenerse, esparcirse, brincar, corretear.
Cómo se dice juegues en otros idiomas
Aprende las diferentes formas de escribir esta palabra según cada lengua:
- Cómo se dice “juegues» en inglés: play
- Cómo se dice “juegues» en francés: jouer
- Cómo se dice «juegues » en portugués: jogar
- Cómo se dice «juegues» en italiano: giocare
- Cómo se dice «juegues» en alemán: spielen
Por si todavía te quedan dudas, “jueges” es una palabra que está mal escrita.

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.