Cómo se escribe ¿Inclusión o Inclución?
La palabra correcta es inclusión mientras que, por otra parte, el término «inclución» no existe en el español. Ambas palabras suenan igual por lo que esto puede confundir a muchos al momento de saber la correcta ortografía al escribir. Ahora que quedó aclarada la palabra correcta, te enseñamos cómo utilizarla adecuadamente.
Definición de inclusión
Inclusión se define como la acción y efecto de incluir, esto es, el acto de poner algo o a alguien dentro de una cosa o de un conjunto, o dentro de sus límites.
Ejemplos:
- Hay que mejorar la inclusión de los pobres en esta sociedad cada vez más próspera.
- La inclusión de las minorías sexuales es parte de la agenda del nuevo gobierno.
- No todos están de acuerdo en la inclusión del francés como parte del nuevo sistema educativo.
- Decidí a última hora hacer la inclusión de esta partida en el balance contable de la empresa.
Sinónimos de inclusión
Dependiendo del contexto de la frase, aquí te presentamos los principales sinónimos de inclusión:
- Incorporación
- Inserción
- Penetración
- Colocación
- Introducción
- Publicación
Cómo se dice inclusión en otros idiomas
- Cómo se dice inclusión en inglés: inclusion
- Cómo se dice inclusión en francés: inclusion
- Cómo se dice inclusión en italiano: inclusione
- Cómo se dice inclusión en portugués: inclusão
- Cómo se dice inclusión en catalán: inclusió

Soy catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada, ciudad en la que nací en 1968.
Hice el bachillerato de Ciencias; a los catorce años es difícil tener una orientación definida. En Preu me pregunté: “¿qué hago yo aquí, si a mí lo que me gusta es la literatura?”, y me pasé a Letras. En segundo de carrera la vocación se afirmó con la conciencia clara de que solo podía dedicarme a la investigación y a la docencia en Literatura. Pero mi preferencia estaba, no por la Contemporánea, sino por la literatura de los Siglos de Oro. Ya estaba iniciando la tesina sobre los cancioneros de Amberes de Jorge de Montemayor, cuando asistí al curso de José-Carlos Mainer sobre la “Edad de Plata”. Aquello removió mi fondo de lecturas juveniles, y pude verlas a una nueva luz. Cambié a Montemayor por Pérez de Ayala, y fui adentrándome en esa época fascinante: el “fin de siglo” y los treinta primeros años del XX.
No abandoné la literatura de los Siglos de Oro; en la docencia siempre me he dedicado a esta época con verdadera pasión. En los más de cuarenta años que llevo en las aulas, siempre he asumido la docencia de los siglos XVI y XVII, con preferencia, este último. No hay nada, en mi profesión, comparable a tratar con detenimiento sobre el Quijote. Para mis colegas soy un investigador en Contemporánea; para mis alumnos, un profesor de Renacimiento y, sobre todo, de Barroco.
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